José Lezama Lima
Poeta, narrador y ensayista cubano
José Lezama Lima nació el 19 de diciembre de 1910 en La Habana, en cuya universidad cursó estudios de Derecho.
Trabajó en un bufete de abogados y más tarde fue funcionario.
Es considerado por críticos y escritores como el poeta cubano más importante junto a José Martí.
Su estilo, barroco y culto, está sustentado en la metáfora y en la tradición del Siglo de Oro, y ha influido en numerosos poetas contemporáneos.
Dirigió las revistas Verbum (1937), Espuela de plata (1939) y Orígenes (1944-1956).
Tras el triunfo de la Revolución Cubana, ocupó diversos cargos relacionados con el mundo editorial, aunque terminó dedicado por entero a su obra literaria, desde 1961 hasta su muerte.
Su primer libro de poemas fue Muerte de Narciso (1937), al que siguieron, entre otras obras poéticas, Enemigo rumor (1941), Aventuras sigilosas (1945), Dador (1960) y Fragmentos a su imán, publicado póstumamente en 1977.
En el año 1966 se publicó la novela Paradiso. Autor de la colección de ensayos La cantidad hechizada (1970), Oppiano Licario, novela inconclusa, apareció póstumamente en 1977.
José Lezama Lima falleció el 9 de agosto de 1976 en La Habana.
Obras
Muerte de Narciso
Juego de las decapitaciones
Patio morado
Coloquio con Juan Ramón Jiménez
Enemigo Rumor
Aventuras Sigilosas
La Fijeza
Arístides Fernández
Analecta del Reloj
La expresión americana
Tratados en La Habana
Dador
Antología de la poesía cubana
Órbita de Lezama Lima
Paradiso
Los grandes todos
Posible imagen de Lezama Lima
Esfera imagen
Las imágenes posibles
La cantidad hechizada
Introducción a los vasos órficos
Las eras imaginarias
No me gustaba Colombia
Oppiano Licario
Fragmentos a su imán
UNA OSCURA PRADERA ME CONVIDA
Una oscura pradera me convida,
sus manteles estables y ceñidos,
giran en mí, en mi balcón se aduermen.
Dominan su extensión, su indefinida
cúpula de alabastro se recrea.
Sobre las aguas del espejo,
breve la voz en mitad de cien caminos,
mi memoria prepara su sorpresa:
gamo en el cielo, rocío, llamarada.
Sin sentir que me llaman
penetro en la pradera despacioso,
ufano en nuevo laberinto derretido.
Allí se ven, ilustres restos,
cien cabezas, cornetas, mil funciones
abren su cielo, su girasol callando.
Extraña la sorpresa en este cielo,
donde sin querer vuelven pisadas
y suenan las voces en su centro henchido.
Una oscura pradera va pasando.
Entre los dos, viento o fino papel,
el viento, herido viento de esta muerte
mágica, una y despedida.
Un pájaro y otro ya no tiemblan